Top 15 Cosas que Hacer en Lhasa
- Beatrice
- Última actualización : 11/11/2025
Lhasa, conocida como la "Ciudad Sagrada", es el alma del Tíbet. Aquí encontrarás palacios y monasterios magníficos, así como escenas auténticas de la vida diaria tibetana. Ya seas un peregrino devoto o un viajero curioso, te sentirás espiritualmente conmovido en Lhasa. Estas 15 experiencias no te las puedes perder:
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- 1. Subir al Palacio de Potala
- 2. Adorar el Templo de Jokhang
- 3. Visitar el Monasterio de Drepung
- 4. Ver a los monjes debatir en el Monasterio de Sera
- 5. Pasear por el Palacio de Verano Norbulingka
- 6. Explorar la Montaña Yaowang
- 7. Visitar el Eremitorio de Drak Yerpa
- 8. Descubrir el Museo del Tíbet
- 9. Unirse a los tibetanos en una Kora
- 10. Probar el té dulce en una casa de té tradicional
- 11. Saborear la cocina tibetana y bebidas locales
- 12. Hacer un picnic como un local en un “Linka”
- 13. Observar aves en el Humedal de Lhalu
- 14. Pasear en bicicleta por Lhasa
- 15. Comprar artesanías en la Calle Barkhor
- Conclusión
1. Subir al Palacio de Potala
Como el complejo de palacios antiguos más alto del mundo que combina palacio, fortaleza y templo, el Palacio de Potala es el símbolo de Lhasa. Desde el siglo VII, ha servido como residencia de invierno de los sucesivos Dalai Lamas. La grandiosa estructura se divide en dos partes principales: el Palacio Blanco y el Palacio Rojo. El Palacio Blanco funcionaba como residencia y centro administrativo de los Dalai Lamas, mientras que el Palacio Rojo alberga las estupas de los Dalai Lamas anteriores y guarda numerosas estatuas, murales y escrituras preciosas. Subir al Palacio de Potala es una experiencia inolvidable: mientras asciendes por las escaleras de piedra serpenteantes, toda la ciudad de Lhasa y las lejanas montañas nevadas se despliegan ante tus ojos en una vista magnífica.
2. Adorar el Templo de Jokhang
Ubicado dentro de la Calle Barkhor, el Templo de Jokhang fue construido por el Rey Songtsen Gampo hace más de 1,300 años. Tiene un estatus supremo en el Budismo Tibetano. El templo alberga la estatua a tamaño real de Sakyamuni a los 12 años, la figura más sagrada para budistas y peregrinos. Al entrar al Templo de Jokhang, puedes sentir no solo su atmósfera religiosa solemne, sino también la devoción duradera y el respeto del pueblo tibetano por su fe a lo largo de los siglos. Temprano en la mañana, bajo la luz dorada del sol, los devotos se postran piadosamente mientras los molinillos de oración giran lentamente. El brillo titilante de las lámparas de mantequilla se entrelaza con las oraciones de los peregrinos, formando una escena profundamente conmovedora única de la cultura espiritual de Lhasa.
3. Visitar el Monasterio de Drepung
Como el monasterio más grande del Tíbet y el más importante de la escuela Gelug, el Monasterio de Drepung recibe el nombre de "montón de arroz" por sus edificios encalados dispersos en la ladera. Antaño hogar de más de diez mil monjes, sirvió como residencia del Dalai Lama antes de la construcción del Palacio de Potala. Hoy, los visitantes pueden recorrer sus vastos patios, salas de oración y capillas, donde el canto de los monjes aún resuena en las antiguas paredes. Es un lugar ideal para aprender sobre la historia, enseñanzas y vida monástica del Budismo Tibetano. Desde sus laderas, puedes disfrutar de una vista panorámica de Lhasa. Durante el anual Festival Shoton, se despliega un gigantesco thangka de Buda en la ladera, atrayendo a innumerables peregrinos y visitantes para presenciar este espectáculo grandioso y sagrado.
4. Ver a los monjes debatir en el Monasterio de Sera
El Monasterio de Sera es uno de los tres grandes monasterios de Lhasa y ha sido durante mucho tiempo un centro de aprendizaje y debate budista. Fundado a principios del siglo XV, fue en su día hogar de miles de monjes que estudiaban filosofía, lógica y escrituras. El monasterio cuenta con grandes salas de asamblea, colegios y capillas tranquilas rodeadas de árboles antiguos y senderos de piedra. Su vista más cautivadora es el debate de los monjes: en los patios norte y trasero, monjes con túnicas carmesí participan en debates animados, marcados por gestos enfáticos y palmadas. Esta tradición agudiza la lógica y profundiza la comprensión de la doctrina budista. Los visitantes pueden observarlo de lunes a sábado, de 3:00 a 5:00 p.m., ofreciendo una vívida visión de la vida monástica tibetana.
5. Pasear por el Palacio de Verano Norbulingka
Norbulingka, antiguo palacio de verano y jardín de los sucesivos Dalai Lamas, es una mezcla armoniosa del estilo arquitectónico tibetano y el diseño de jardín de la dinastía Qing. El "Nuevo Palacio" combina la serenidad de un monasterio con la elegancia de la artesanía palaciega, mostrando una carpintería intrincada, murales coloridos y salas espaciosas. Extendido en un área vasta, Norbulingka presenta más de 100 especies de plantas, incluyendo hortensias y rododendros tibetanos raros, lo que le valió el título de "Jardín Botánico de la Meseta". Los visitantes pueden pasear por sus senderos arbolados, explorar pabellones y patios, y disfrutar de exhibiciones de flores estacionales, convirtiéndolo en un lugar perfecto para experimentar tanto el patrimonio cultural como la belleza natural de Lhasa.
6. Explorar la Montaña Yaowang
Conocida en tibetano como "Jiabozhi", que significa "la montaña en la esquina", la Montaña Yaowang ofrece una de las mejores vistas panorámicas del Palacio de Potala. Su ladera sur conserva grutas de la dinastía Tang que datan de hace más de 1,300 años, incluyendo una cueva de pilar central única construida por Songtsen Gampo para su princesa Tang Wencheng. Cuevas más pequeñas y tallados en roca dispersos a lo largo de la ladera reflejan siglos de devoción budista. En el lado norte de la Montaña Yaowang se encuentra el Acantilado de los Mil Budas, adornado con tallados budistas coloridos e intrincados que representan historias y enseñanzas religiosas. Caminando por los senderos o miradores, los visitantes pueden experimentar tanto la riqueza histórica como espiritual del lugar mientras disfrutan de vistas panorámicas de Lhasa y las lejanas montañas nevadas.
7. Visitar el Eremitorio de Drak Yerpa
Drak Yerpa es uno de los cuatro principales lugares de meditación del Tíbet, con una historia de 1.500 años. Construido por Songtsen Gampo para su reina, Mangza Chi Tsun, el emperador también practicó meditación aquí. En el siglo VIII, el Gurú Padmasambhava visitó el lugar y estableció 108 cuevas de meditación. A lo largo de los siglos, muchos lamas eminentes han continuado retirándose aquí, convirtiéndolo en un centro clave de la práctica budista tibetana. El monasterio está construido en los acantilados, con algunas cuevas incrustadas en la roca y otras que sobresalen hacia afuera, creando una apariencia impresionante. El complejo del templo, con la sala principal rodeada de coloridas banderas de oración, desprende una grandiosidad solemne. A lo largo de los caminos, los visitantes pueden disfrutar de vistas impresionantes de los valles y las montañas nevadas, haciendo de la peregrinación tanto un viaje espiritual como una experiencia única que combina historia, fe y naturaleza.
8. Descubre el Museo del Tíbet
El Museo del Tíbet, un museo nacional de primera clase, es una joya arquitectónica de estilo tradicional tibetano, diseñado para armonizar con el paisaje circundante mientras exhibe la rica herencia cultural de la región. Sus exposiciones dan vida de manera vívida a la historia, el arte y la religión tibetanos. Los aspectos más destacados incluyen la jarra de cerámica de doble cuerpo, los sellos dorados de edictos imperiales, el thangka “Mapa de la Domonización del Tíbet” y el impresionante muro de máscaras de ópera tibetana. El museo también cuenta con colecciones de manuscritos antiguos, objetos rituales y ropa tradicional, ofreciendo una mirada completa al pasado y presente del Tíbet. Desde la terraza del tercer piso, los visitantes pueden disfrutar de vistas panorámicas de Lhasa y el Palacio de Potala, haciendo del museo no solo una experiencia educativa, sino también un lugar pintoresco donde convergen la cultura, la historia y el paisaje urbano.
9. Únete a los tibetanos en una Kora
Los peregrinos realizan la circunvalación (Kora) para buscar bendiciones y acumular méritos, y Lhasa es considerada el corazón espiritual del Tíbet. El círculo más interno alrededor de la Capilla de Sakyamuni del Templo de Jokhang es el Nangkor, donde los devotos a menudo realizan prosternaciones completas. El circuito exterior a lo largo de los muros del templo, el Barkhor, está bordeado de tiendas, ruedas de oración y estatuas sagradas, sumergiendo a los visitantes en la vibrante atmósfera espiritual. El circuito más grande, el Lingkor, conecta el Palacio de Potala, la Montaña Yaowang y el Templo de Ramoche, pasando por lugares sagrados y calles históricas. Los peregrinos caminan o se prosternan en sentido horario, cantando y girando ruedas de oración, creando una procesión rítmica que refleja siglos de devoción y ofrece una profunda comprensión de la práctica budista tibetana.
10. Prueba el té dulce en una casa de té tradicional
El encanto de Lhasa reside en la coexistencia de lugares sagrados y la vida cotidiana: rutas de peregrinación a solo unos pasos de tiendas bulliciosas. El té dulce, una especialidad local, sabe a una mezcla de té con leche y leche de soja, ligeramente salado pero refrescante. Paseando por la calle Barkhor, a menudo verás a tibetanos bebiendo té, comunicándose o relajándose en acogedoras casas de té. Para experimentar la atmósfera más auténtica, visita la Casa de Té Guangming, donde el rico aroma del té con mantequilla llena el ambiente y los locales se reúnen para conversaciones animadas y momentos de reflexión por igual. Sentado aquí con una taza humeante, puedes observar el ritmo de la vida cotidiana tibetana desarrollarse, saborear los sutiles sabores del té tradicional y sentirte íntimamente conectado con la cultura y la comunidad de la ciudad.
11. Saborea la cocina tibetana y las bebidas locales
En Lhasa, un día de sabores comienza con un desayuno tibetano. Las casas de té matutinas están llenas del aroma del té con mantequilla, acompañado de tsampa, fideos tibetanos o masa frita: la forma más auténtica de comenzar el día. Para el almuerzo, dirígete a Snowland o Lhasa Kitchen cerca del Templo de Jokhang, donde la cocina tibetana, nepalí e india se mezclan perfectamente y son populares entre los viajeros. Prueba las chuletas de cordero fritas, vino de cebada, pastel de yogur o sopa de cordero: aproximadamente 100 RMB por persona. La noche es un momento para relajarse. Disfruta de platos nepalíes en el Restaurante Namaste o de fusión tibetano-occidental en Dunya, junto con un vaso de cerveza Lhasa: ligeramente dulce con toques de miel y amargor floral. Rodeado de música tibetana y luces cálidas, sentirás el encanto de las noches de Lhasa.
12. Haz un picnic como un local en un “Linka”
En tibetano, “Linka” significa "jardín", pero también se refiere a excursiones y picnics, una actividad de ocio favorita de los locales. La mejor época para disfrutar de un Linka es en julio y agosto, cuando el clima es cálido y el paisaje exuberante. Justo fuera de Lhasa, el Pueblo Sangmu ofrece el escenario perfecto, con arroyos fluyendo, campos verdes y granjas tradicionales creando una escena idílica. Los visitantes incluso pueden ser recibidos en una casa local para probar auténticos platos familiares tibetanos, ofreciendo una rara visión de la vida cotidiana y las tradiciones culinarias. Un Linka no es solo un picnic; es una oportunidad para relajarse, conectarse con la cultura local y experimentar la serena belleza del Tíbet más allá de las calles de la ciudad.
13. Observa aves en el Humedal de Lhalu
En invierno, el Humedal de Lhalu se convierte en un refugio para las aves migratorias que llegan de las regiones del norte, con febrero marcando la temporada alta. Las grullas de cuello negro y los gansos de cabeza rayada se deslizan con gracia por el cielo, sus movimientos elegantes reflejados en las aguas tranquilas del humedal. Desde el mirador oriental, los visitantes pueden disfrutar de una vista impresionante donde el icónico Palacio de Potala se refleja en los humedales mientras bandadas de aves surcan el cielo, creando una escena armoniosa de naturaleza y cultura. La observación de aves aquí ofrece no solo la oportunidad de observar vida silvestre rara, sino también un escape sereno de la ciudad, donde la tranquilidad del humedal contrasta bellamente con las bulliciosas calles de Lhasa.
14. Monta en bicicleta en Lhasa
Montar en bicicleta en Lhasa es como ver un thangka desplegarse lentamente: cada ruta revela capas de historia y belleza natural. Algunos caminos siguen circuitos clásicos alrededor de la ciudad sagrada, destacando sus hitos religiosos y calles históricas, mientras que otros serpentean por valles ocultos, llevando a los ciclistas a rincones apartados de la vida y el paisaje tibetanos. Realiza un paseo tranquilo a lo largo del río Lhasa para capturar la puesta de sol sobre la ciudad, o desafíate en los senderos hasta el Monasterio de Pabonka, la cuna de la escritura tibetana, para una mezcla de historia y escenarios montañosos agrestes. Para un escape más tranquilo, pedalea hasta el Monasterio de Garu, donde campos ondulantes, pueblos tradicionales y picos nevados en la distancia ofrecen un vistazo de las serenas afueras de Lhasa. Montar en bicicleta aquí no es solo ejercicio: es un viaje a través del alma de la ciudad, donde cada giro trae una nueva perspectiva del Tíbet.
15. Compra artesanías en la calle Barkhor
La calle Barkhor es uno de los mercados más vibrantes e imperdibles de Lhasa. A ambos lados de la calle se alinean tiendas y puestos que ofrecen artesanías tibetanas tradicionales, objetos religiosos y recuerdos elaborados por artesanos locales, junto con curiosidades y productos importados de India y Nepal. El bullicioso ambiente está lleno de imágenes y sonidos de la vida cotidiana, desde monjes y peregrinos que pasan hasta el parloteo de vendedores y compradores. Regatear es costumbre, y los precios suelen bajar a aproximadamente la mitad del precio inicial solicitado: si el vendedor acepta tu oferta, se considera una etiqueta adecuada completar la compra. Pasear por la calle Barkhor no es solo una compra; es una inmersión cultural, que ofrece un vistazo a la artesanía tibetana, las tradiciones locales y el ritmo animado de la ciudad.
Conclusión
Ya sea escalando el majestuoso Palacio de Potala o tomando té dulce en una bulliciosa casa de té, Lhasa encarna una armonía rara entre la fe y la vida diaria. Palacios, monasterios, rutas de peregrinación y vibrantes tiendas locales están al alcance, iluminados por la luz del sol, banderas de oración, cánticos y calidez humana. Al completar estas 15 experiencias, descubrirás que Lhasa no es solo un destino de viaje, sino un viaje al alma de una “Ciudad Sagrada”.
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